La educación uchi deshi

Publicado el 30-03-2024 a las 22:41

El objetivo del entrenamiento de Aikido sobre el tatami es llevar ese entrenamiento a cada parte de su vida. Si se detuviera en la técnica, no tendría valor real. Esta fue la educación que yo recibí de O’Sensei, la educación de un guerrero, veinticuatro horas por día, en sensibilidad, alerta, intuición y acción. Y aún más importante, fue una educación en moralidad y valores humanos.

Con el tiempo los recuerdos sufren una extraña transformación. Los recuerdos excitantes y los amargos se amontonan, juntos, expulsando la memoria de los días que alguna vez pasaron muy lentamente y del trabajo que fue siempre agotador.

Pero una cosa que los trucos de la memoria no pueden cambiar, fue el amor y el interés que O’Sensei sintió por cada uno de sus ‘uchi deshi’. Aunque estricto y ordenado constantemente, estuvo templado por el humor y una increíble calidez. La risa de O’Sensei fue frecuente, espontánea y profunda.

Aunque su enojo era rápido y aterrorizante, pasaba rápido sin dejar juicios sobre la persona o la situación. El creía que nunca cometer un error era el error más grande. Sólo alguien que nunca busca el refinamiento, que nunca busca el desafío de superarse a sí mismo, no cometerá errores. El pensaba que un error es una oportunidad para la creatividad; «no hay error, sólo cambio».

O’Sensei no comunicaba sus órdenes o solicitudes con palabras. Sólo una mirada, o el gesto más pequeño tenían que ser correctamente interpretados y respondido instantáneamente. Si un uke no respondía al más mínimo signo sobre el tatami, perdía esa oportunidad de aprender y experimentar el movimiento de O’Sensei. Alguien más era llamado rápidamente. Allí había corrección, una forma ordenada de dar forma aún a los rasgos que parecían más insignificantes. Cuando el estudiante caminaba con O’Sensei, si era uno sólo, siempre caminaba detrás y a la izquierda de él. El lado izquierdo siempre era cubierto primero. La espada, llevada sobre el lado izquierdo, era desenvainada con la mano derecha, haciendo al lado izquierdo de la retaguardia el más vulnerable en caso de un ataque.

O’Sensei no llevaba espada todos los días y la oportunidad de un ataque era muy pequeña, pero por este acto el estudiante aprendía a ponerse detrás a sí mismo y a asumir la actitud apropiada para la protección de otros.

O’Sensei estuvo siempre acompañado por al menos uno de sus estudiantes, quien era responsable de tomar a su cuidado los menores detalles como llevar su equipaje, sus paquetes, su maleta, comprar sus boletos de tren y pagar por cualquier cosa que él deseara comprar, etc., etc. Era agotador. El caminaba con un paso muy rápido, nunca parecía desviarse de su curso y nunca chocaba con nadie.

Con frecuencia intenté la misma táctica, terminando muy lejos, detrás de él, perdido en perdones por los peatones a quien chocaba.

O’Sensei siempre se levantaba a las tres de la madrugada, se bañaba y realizaba sus ejercicios de purificación antes de sus oraciones de la mañana. Antes de dormir, cada noche, realizaba la misma rutina. El gozaba de un baño que estuviera caliente y humeante, y era nuestro deber mirar que estuviera preparado y a la temperatura apropiada. Una vez, mientras realizaba esta tarea, mis manos se habían puesto bastante sucias de tirar madera en el fuego para calentar el agua del baño.

Sacudiéndolas de una manera descuidada, puse una mano en el agua para verificar la temperatura. Viendo esto O’Sensei gritó: «¿Has puesto tu sucia mano en mi baño?» «Oh, no», pensé, mientras replicaba» «Hai, Sensei. Estaba chequeando la temperatura». Muy enojado el dijo: «Este baño es muy importante. Es la preparación para la oración. ¿Cómo puede orar después de bañarme en esta sucia agua? No tienes ninguna sensibilidad. Toma un poco de agua con esa pequeña cuchara y examínala. Nunca pongas tus manos sucias directamente dentro del agua. Ahora, ¡rápido, tírala y calienta un poco de agua limpia!» Pero entonces ya había el principio de una sonrisa en su cara, mientras se volvía.

Todos los uchi deshi dormían en el dojo. Había muy poca privacidad y estábamos siempre sujetos a los caprichos de O’Sensei. O’Sensei sólo dormía pocas horas cada noche. Muchas veces, temprano en la mañana, cuando nosotros estábamos profundamente dormidos, agotados por el entrenamiento y los quehaceres diarios, O’Sensei venía al dojo un poco solitario y buscaba a alguien con quien hablar. El frecuentemente llevaba su bokken, y con un gran ‘kiai’ comenzaba el entrenamiento en ‘suburi’.

Éramos shockeados, arrancados de nuestros futones en formal seiza. Mirando alrededor con su sonrisa más bella y encantadora el decía: «Oh, lo siento. Todos dormían. ¿Los desperté?».

Fue aún más inolvidable en el frío dojo invernal, porque tan rápido como llegaba abría las ventanas de par en par y aspiraba profundamente el vigorizante aire de la madrugada. Y allí teníamos que estar, capturados en nuestra temblorosa ‘seiza’ con sólo nuestra fina ropa interior entre nosotros y el aire helado del dojo. «Bueno, ya que ustedes están despiertos», y comenzaba. Luego de haber dado lección durante un tiempo indeterminado, se detenía rápidamente y volvía a su habitación. Un gran suspiro recorría el dojo mientras cerrábamos las ventanas y nos sumergíamos en nuestros futones en búsqueda de otra hora de sueño antes de la práctica de la mañana.

Yo siempre busqué viajar a Iwama con O’Sensei. Entre otras cosas, yo podría ocasionalmente encontrar la oportunidad de estar solo y perseguir mis propios estudios.

Luego de sus oraciones vespertinas, O’Sensei se había retirado por el día. Encantado con la perspectiva de un tiempo para mí, me dispuse a leer «El libro de los cinco anillos», de Musashi Miyamoto que había traído conmigo desde Tokyo. Recién había comenzado cuando mi lectura fue interrumpida por la voz de O’Sensei, fuera de mi cuarto, «Saotome, ¿estás ahí?» Y entró.

«Ah, veo que estás leyendo «El libro de los cinco anillos». Este libro y el de Confucio sobre estrategia militar son los trabajos probablemente más leídos entre militares, políticos y gentes de negocios. Supongo que tú también tienes que leerlo. Bueno, ten cuidado Saotome. Sólo porque hayas leído esos libros, no significa que los entiendas».

Mirando mi libro y escondiendo un suspiro de resignación, yo respondí, «Sí Sensei. Mantendré su advertencia en mi mente».

O’Sensei continuó, como yo sabía que lo haría. «Es recomendable seguir estudios literarios, pero asegúrate de no perder de vista el propósito real de tu entrenamiento. Pregúntate, ¿qué es el Do de Aiki? Es el Budo, que no acepta ningún enemigo. Es el Do de lograr la victoria sin derramar sangre, de poner fin al conflicto destructivo antes que comience.

“Aikido no es el camino de la debilidad o el escape porque obviamente, Budo pertenece a aquellos de fortaleza y habilidad. Sin embargo, el Camino debe guiar a un mundo de interés mutuo y respeto de unos por los otros”.

Luego de detenerse por unos segundos, O’Sensei me preguntó si podía masajear sus hombros cansados. Ahora, ya más que encantado con su compañía y su relajada manera, comencé a darle ‘shiatzu’.

«Saotome, tu técnica de masaje viene sólo de tu poder físico. Es rígida y débil. No puedo sentir ningún ki venir a través de las yemas de tus dedos. Relájate y únete con el ki de este universo. Llena todo tu yo con ki y concéntralo en tus manos». Sin ninguna noción de qué me estaba diciendo O’Sensei, intenté lo mejor que pude seguir su consejo, empujando con toda la fuerza que pude mostrar. Pero él sólo se rió, cayendo hacia atrás contra mis manos hasta que no puede soportar por más tiempo su peso.

Enderezándose rápidamente dijo, «Escúchame atentamente Saotome. Leer libros nunca pulirá tu carácter, ni te dará sabiduría. La sabiduría sólo puede venir a través de la experiencia. Tu cuerpo y tu mente deben experimentar claramente el universo, la naturaleza que te rodea. Tu espíritu debe reflejar exactamente esa experiencia. Sólo a través de la experiencia directa puedes evitar una visión distorsionada». Su voz y sus palabras sostenían la promesa atormentante de secretos revelados y atraparon toda mi alma.

Buscando en cada palabra ocultos significados, mi mente fue sorprendida por la voz de O’Sensei. «¡Ah, ha!», dijo. «No pierdas tu concentración. Tu mente se está yendo de tus manos. Mis palabras han distraído tu concentración y no hay ki en las puntas de los dedos».

Aún cuando él había hablado sobre la sabiduría de la experiencia, O’Sensei me había hecho dar cuenta cuán fácilmente las palabras pueden confundir y desviar. El me estaba dando la oportunidad de descubrir el poder de la concentración a través de perderla. Comencé a entender que mi entrenamiento real, todo su campo, no estaba confinado al dojo.

Y O’Sensei dijo, «Conocer el movimiento de Aikido es meramente el primer paso en el proceso de entrenamiento. Sin acción constructiva ese conocimiento carece de significado. Si un criminal lee el libro de Musashi, se convierte en «El libro de los cinco anillos» como es interpretado por la mente del criminal, y su conocimiento es destructivo. Similarmente, un lector con una mente retorcida convertirá el trabajo de Confucio en algo dañino y distorsionante. Sin pureza de mente y espíritu, no puedes esperar el logro del verdadero Camino de la Espada. ¿Ves la conexión?». Todo estaba al final cayendo en su lugar, y yo asentí.

«Agatsu significa la victoria sobre uno mismo a través de la pureza del alma. Masagatsu es la victoria correcta, el recto Camino. Katu hayabi es el despertar espiritual del no-tiempo y no-espacio. La sabiduría combinada de estas palabras es la raíz de shugyo. Sin esta sabiduría ningún refinamiento es posible».

Escuchando las palabras de O’Sensei, comencé a darme cuenta de la magnitud y responsabilidad del entrenamiento en Budo.

«Debo advertirte, Saotome. Infortunado es aquél que nunca ha experimentado la derrota. Sin encontrar el otro lado de la victoria, uno es seguramente derrotado cuando encuentra a alguien de superior poder. La visión distorsionada del yo engrandecido, producida por abrazar solamente la victoria, puede ser extremadamente peligrosa porque uno ignorará sus propias limitaciones. Cuánto más tiempo sea pospuesta la derrota, más devastadora será cuando llegue.

Y hablando de eso, Saotome ¿cómo es el libro? ¿Te interesa mucho?»

«Sí, Sensei. Puedo seguir la lectura, pero en cuanto a entender, todavía la mayoría es incomprensible».

«Eso es lógico. La teoría sola no puede hacerte dar cuenta del bujutsu. Tu propio shugyo puede ser logrado solamente a través de la combinación de tus experiencias personales. Hablando de Musashi, ¿has oído esta historia? Sucedió cuando Musashi estuvo viviendo en un lugar llamado Kogura, en Kyushu. Mientras él estaba aguardando por su cena, se le acercó un esgrimista viajero, desconocido para él, en busa de un consejo técnico. Luego de una conversación muy corta, Musashi juzgó al extraño como un hombre de habilidad y honor y le devolvió un pequeño cumplido. Aceptando ese cumplido como legítimo, el espadachín pronto mostró su bokken declamando que le había valido muchos premios. «Qué camarada más tonto», pensó Musashi, «¿Con tan limitada sutileza, cómo puede aún esperar sobrevivir?»

«Musashi luego solicitó una taza de arroz. Cuando se lo sirvieron, Musashi tomó un grano y lo puso en el pelo de un sirviente, justo sobre su frente. ‘Mire atentamente’, ordenó. Y con un movimiento relampagueante desenvainó su espada y partió limpiamente el arroz sin tocar el cabello del sirviente. ¿Puedes repetir eso?, preguntó.»

«El extranjero rápidamente puso un poco más de distancia entre él y la espada que había partido el grano de arroz mientras repetía una y otra vez que su habilidad estaba muy por debajo del nivel de ese despliegue maestro.

Devolviendo la hoja a la protección de su vaina, Mushashi dijo: «Aún un hombre de tanta habilidad como ésta no está seguro de abandonar el ‘shiai’ (conflicto) en una pieza. Un verdadero artista marcial entiende esto y nunca busca activamente el desafío. Cuando es desafiado, uno debe intentar de todas las formas abandonar el lugar del shiai sin luchar». El extranjero pidió perdón por su ignorancia y agradeció a Musashi por la valiosa lección que había recibido».

O’Sensei hizo una pausa, pensativo, antes de continuar. «Yo pienso que la razón por la cual Musashi repelió y sobrevivió muchas veces la amenaza de la muerte se debió al hecho de que él no sólo conocía como ganar, sino que también supo cómo no pelear. No peleando el admitía libremente la derrota.

El declaró con frecuencia que muchas de sus victorias se debieron en gran parte a la suerte. El conoció sus limitaciones. El ha estado a ambos lados de la cerca. La única manera de cerrar tus entradas es pararte y reconocer el miedo a la muerte.

“Triunfa sobre tí mismo, aconsejan las enseñanzas taoístas. Triunfa sobre tí mismo y habrás conquistado a tu enemigo. La verdadera victoria es aquella que abandona el conflicto sin dejar sangre derramada a ningún lado.

“Tú sabes, yo fui reprendido por Kami una vez, dijo O’Sensei en un tono medio sonriente. Fue con seguridad el momento más aterrorizador de mi vida!” Saotome, ¿a qué le tienes más miedo?»

«Tengo muchos miedos, Sensei».

«Bien. El día que tú te veas a ti mismo sin debilidad y sin miedo es el día de la caída en tu destino. Tu entrenamiento se detendrá abruptamente. ¿Entiendes? En el mundo de la competición, cuando hay un victorioso y un perdedor, ¿cómo puede alguno encontrar la verdad y la realidad de la vida misma? Sólo píntate a ti mismo rodeado de rifles enemigos en el campo de batalla y verás lo que digo. Si te escondes detrás del viejo concepto marcial de la victoria, no puedes lograr la paz. La competición invariablemente produce una víctima. Es un mundo sin merced que florece sobre la miseria y el sufrimiento de otros. Es un mundo de inseguridad constante, sin libertad o alegría.

“Nuestra sociedad tiende a poner la riqueza y la autoridad física sobre cualquier respeto por las cualidades humanas. Ciertamente no es una falta de educación formal la que ha traído estos problemas, sino el miedo y la ambición de demasiados. Donde y cuando quiera que halla ambición, confusión y falta de comunicación, hay una degradación de los valores humanos. Recuerda Saotome, conócete a tí mismo. Sin una conciencia alerta de sí mismo, buscar conocimiento en cualquier libro de sabiduría sólo agregará más confusión.

Sigue la sabiduría de Kami y la verdad será obtenida. Pule el espejo de tu espíritu por medio de ‘misogi’. Verás la verdad dentro de ti cuando estés listo. La verdad está eternamente presente. Pero no te apegues al ‘satori’. En el momento que pienses que lo tienes asido dentro de ti, ten cuidado. Eso es sólo un espejismo, una ilusión creada por tu propia debilidad y limitación. Si estás siempre buscando el ‘satori’, gastarás tu vida en el intento de dar un paso y capturar tu propia sombra. Debes dejar este apego. Cuando el apego se ha ido, la ambición se ha ido. Entonces hay vacío y lugar para el espíritu de la verdad, lugar para que entre. Relájate y permite a tu vida mezclarse con el espacio y hacerse parte de la realidad de Dios.

Entrena y refínate a ti mismo. El verdadero Budo está dentro de ti, para ser descubierto. Mantén esto en mente durante el curso de tu entrenamiento».

Habiendo dicho lo que había venido a decir, O’Sensei se retiró para pasar la noche, dejándome solo con mis pensamientos.

Saotome Mitsugi